martes, 10 de abril de 2012

Jugamos a ser Dios.

Los humanos jugamos a ser Dios. Todos nosotros. A todas horas. Manejamos e influenciamos a las personas de tal forma que hagan lo que queremos.
Lo vemos en todas partes, estamos delante del televisor a todas horas. Llegamos a casa y lo primero que hacemos es encender la tv o el portátil o estar enganchados al móvil como zombis. Estamos solos frente a la única compañía de la tecnología.
Los movimientos de masas, una sola persona que dirige a otras muchas exponiendo un folleto de ideales que, en realidad, nadie comprende pero tampoco cuestiona. Pero no hay que irse tan lejos. Ni a la política, ni a la religión, ni a todo el resto de sectas que gobiernan y dirigen al mundo como si de una manada de borregos se tratase. Mirad en derredor. Toda esta vida es una farsa en la que nuestras relaciones afectivas se basan en simples intercambios de intereses.

Las mejores reflexiones aparecen de resaca.
Un poco de "Hip" y un poco de "Hop".


Quiero que toques en el ¿piano? de mis costillas sin hacerme cosquillas tu mejor pieza.

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